ELECCIONES ¿Qué hacer para no volver a equivocarnos?
Por: Gustavo Tuston Mgtr. En Comunicación Política
Abundancia de candidatos VS. Decepción de la población
Dieciséis candidatos a la presidencia de la República, 17 listas de asambleístas nacionales, 11 listas de Asambleístas por Pastaza ¿Favorecen a la democracia? ¿O contribuyen al hartazgo de la sociedad hacia la política partidista?
Si hubiera calidad en la formación y valores de los postulantes. Si la ciudadanía estuviera en las condiciones de dedicarle el tiempo necesario para hacer un análisis razonado de quienes merecen ser las autoridades que nos representen, sería otro cantar. Pero en la realidad que nos ha tocado vivir, los candidatos (en su mayoría) no reúnen las cualidades indispensables y la ciudadanía mantiene otras ocupaciones y preocupaciones que desvían su atención.
En ese escenario terminan de ganadores, los candidatos con mayor popularidad, carisma, los que tienen los recursos para contratar a un equipo de élite que desarrolle un plan de marketing político, que se encargarán de construir el logotipo, la imagen, el mensaje y slogan de campaña, pero que muchas de las veces, dejan de lado lo esencial del candidato, es decir, el conocimiento, los valores éticos y la experiencia básica para que pueda realizar sus funciones con eficiencia.
Es necesario recordar que los candidatos políticos salen de la misma ciudadanía que conforma la sociedad. Es así que, ante la reiterada decepción que escuchamos hacia los políticos que llegaron al poder y no tuvieron coherencia entre lo que ofrecieron e hicieron, cabe una reflexión que permite entrever lejana una solución que empieza con la pregunta: Los candidatos que nos ofrecen los partidos políticos ¿Tienen la debida formación, política, académica? ¿Poseen la experiencia mínima para el cargo que postulan? Aparte y no menos importante ¿Tienen a su haber, valores y virtudes morales que les hagan dignos de representar a un conglomerado humano? La respuesta es evidente.
Para que la situación mejore, debemos ubicarnos en el origen, en la célula de la sociedad que es la familia. Si desde casa nos enseñaran con el ejemplo, valores y virtudes, por encima del beneficio económico, si tuviéramos partidos políticos bien estructurados que trabajaran permanentemente en procesos de formación. Si como sociedad nos ocupáramos en descubrir las cualidades innatas de las personas que pueden ser los nuevos líderes, todo sería distinto.
Este planteamiento no es un sueño idealizado, no es una utopía, no es una fantasía. Esto ya lo vivieron civilizaciones como la egipcia, griega y romana, en sus edades de oro, donde tuvieron gobernantes ejemplares, que dejaron huellas por la que son recordados hasta ahora. Por lo tanto, no hemos mencionado nada que sea imposible.
La respuesta a la pregunta que consta en el título de este artículo, no es sencilla, requiere de un proceso y de varios componentes multifactoriales, en los que debe intervenir toda la sociedad en su conjunto.
Hay mucho por arreglar, vivimos en un momento de decadencia y descomposición. Estamos raspando el fondo como nunca antes. Por ende, el camino para salir del atolladero es largo. Tomará décadas y generaciones retomar el cauce. Pero el camino más largo empieza por el primer paso. Y el primer paso inicia en la reflexión de la mente para despertar la consciencia y luego pasar a la acción.