LA XENOFOBIA, EL DRAMA DE LOS MIGRANTES VENEZOLANOS

La historia de Nayerly (nombre ficticio para proteger la identidad) es una muestra de la discriminación y odio racial, que se ha convertido en el pan de cada día de los migrantes y desplazados venezolanos. En su paso por Puyo, mientras conseguía unas monedas para continuar el trayecto a Caracas por Lago Agrio y Colombia, nos revela que en Pangui Zomora Chinchipe, le golpearon a su marido, culpándole del robo de un celular.
Nayerly, es una chica venezolana, de unos 32 años, que regresa de Huaquillas y Aguas Verdes, en la frontera Perú Ecuador, regresa a su tierra, porque su suegra ha sido operada de cáncer de seno, exhibe un letrero improvisado de cartón. Está con sus dos niños, el uno de 10 años y el otro de cinco. Le doy una colaboración y le hago la conversa y me cuenta que su pareja recorre vendiendo caramelos.
Le cuento que soy periodista y escribo temas para hacer conciencia sobre la necesidad de tener empatía y solidaridad con los migrantes. Acepta y enseguida me comenta que estaban en el Pangui descansando en su carpa, a las 7 de la noche, cuando escuchan que una persona grita pidiendo auxilio porque le arranchaban el celular.
Renato, su marido, se pone el calentador y sale, llegan los policías y sin más comienzan a golearlo, lanzando insultos como “Veneco delincuente”, no hicieron caso de los gritos de ella, y hasta a los niños les empujaron, tirándolos al suelo. Le iban a llevar detenido, cuando el chofer de un bus, abogó por ellos y los trajo gratis hasta Gualaquiza.
Los casos de Xenofobia se repiten, pero no se denuncian por temor a las represalias, reveló Nayerly, pero también es consciente que hay personas buenas y solidarias como el Chefer de interprovincial que los ayudó. Y en Gualaquiza, los policías le llevaron al esposo al Hospital donde le curaron las heridas de los golpes.

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